martes, 28 de abril de 2015

Sin antifaces

En menos de un mes me enteré de tres casos de suicidios de personas de 18 a 35 años. Personas jóvenes, con mucho camino por delante, con muchas cosas por experimentar.
En un mundo donde todo funciona de manera acelerada nadie se detiene a pensar en el “Porqué” de esto y  dado que las cifras no son tan altas, no llama la atención, porque estamos acostumbrados a que lo que nos llame la atención sea justamente lo catastrófico y no simples hechos  penosos y ailados.
No juzgo las decisiones de quienes lo hicieron porque cada uno habrá tenido sus motivos dolorosos como para llegar a esa instancia. Lo que si me pregunto y no dejo de preguntarme es ¿Qué nos está pasando como sociedad que hace que cada vez estas decisiones  sean más frecuentes? Y a veces se me ocurre una respuesta: el individualismo y la falta de transparencia que creamos (o crean) las personas con sus vínculos. Llegamos a un punto en el que todos los malestares pasaron a ser solucionados en un consultorio, en sesiones de reiki, en yoga, en libros de autoayuda pero sin compartir con alguien que esté presente en nuestras vidas desde la cotidianidad.
Me gustan todos y cada uno de los pocos (pero auténticos) amigos que tengo, me gustan porque con cada uno de ellos podemos hablar desde nuestras peores miserias hasta  las más grandes de las alegrías. El problema que tenemos todos es que cuando alguien nos cuenta un problema, no escuchamos desde el lugar del otro, escuchamos siempre emitiendo  opiniones en las que interviene un juicio de valor que realmente muy poco le va a ayudar al otro. Es más, a veces, las personas necesitan ser escuchadas, no ser juzgadas precisamente en el momento que padece de una dolencia emocional.
¿Y si construímos vínculos más sinceros? Me remito a Sábato “¿Qué máscara nos ponemos o que máscara nos queda cuando estamos en soledad, cuando creemos que nadie, nadie nos observa, nos controla, nos escucha, nos exige, nos suplica, nos intima, nos ataca?”.
Si bien la visión de Sábato era nostálgica, siempre trato de elegir a las personas (Que a veces creo que gracias a ellas existo y existo bien), basándome en la idea de no tener una máscara delante de ellos. ¿Por qué? Porque el mundo de las máscaras aflige, el mundo de las máscaras te hace desperdiciar tiempo con personas que no aportan vínculos transparentes, vivir en un mundo de máscaras no hace más que lesionarnos a nosotros mismos.
Me preocupa que haberme enterado de esas personas que en plena etapa de exploración de la vida hayan tomado una decisión tan drástica como la de suicidarse. Y vuelvo a decir: no estoy juzgando su decisión, estoy preguntando que nos pasa a nosotros como humanos. El humano no puede ser un robot, no puede seguir todos los patrones de actitud, de belleza, de conducta, de labor, de mérito que estipulan los medios. Y no es una crítica al sistema con tinte rebelde. Digo que el humano no puede seguir todos esos mandatos porque llega a niveles de autoexigencia tan altos que en pos de seguir lo estipulado se termina destruyendo a si mismo.
No podemos ser excelentes en todos los ámbitos y facetas de la vida,no podemos someternos a todas esas exigencias por cuestiones de naturaleza biológica, por gasto innecesario de energía psíquica y porque implica restarle atención a lo que por esencia nos resulta más importante.
Con las personas que más quiero puedo llorar y esas personas no se espantan, me dejan ser. Y no es que tenga la verdad de la vida porque nadie la tiene, digo esto porque descubrir en ellos un sostén, un pilar, me ayudó millones de veces.
No importa cuantos amigos de ese tipo tengas, pero si es importante que esos amigos, novio, marido, familiares puedan verte sin máscaras.
Deseo que el mundo se vuelva un lugar sin mascaras para nadie, que no tengamos la necesidad de ir por la calle llenos de corazas para esconder lo “malo” lo “uh, que va a pensar el otro si me ve así” , sin esconder todo eso que todos sentimos o vivimos en la vida. Incluso de esos momentos de dolor se sale mucho más puro, mucho más fortalecido internamente.

Mi sueño es ese: que los humanos sean humanos. Que tratemos de entender, que tratemos de saber que no todo se consigue solo y que enfocándonos en lo que verdaderamente somos, sentimos y pensamos construímos lazos tan fuertes con personas que realmente aportan cosas buenas a tu vida, que por suerte encontramos alivio y estabilidad emocional en nuestras vidas. 

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